Una vidriera ahí, en la tele de la siesta, me muestra una playa con gente amontonándose en un disfrute que otros deben ver, con fondo musical felíz, enérgico y pegajoso. El calor de esa arena caminada con lentitud de ojotas en manada irradia hasta donde estoy los sudores ajenos, y me trae también las pieles y los cuerpos y la cámara que enfoca banderitas, reposeras, viento, señoras gordas, chicas pulposas y optimistas, hombres marchitos, muchachos indiferentes, niños sumergiéndose en un mar con olas que tapan y destapan la espuma eterna, “en-rollo-desen-rollo”, toallas, caras con gafas, todo con música estentórea, música de “qué-problema-hay”, música de desfile de modas, de esa que habla sin decir nada de toda esa alegría que se supone y que nos supone en un mundo sin inconvenientes, en ünguentos bronceantes y sombrillas, la untuosidad de la exhibición ahí en la tele para que el que mira quiera lo que ellos tienen, desee lo que ellos tienen para que a su vez también otros miren.“¡Estalló el verano!”, dice abajo, en letras rotundas, avisando que hay algo que debe energizarse aunque no quieras, arder aunque tengas calor, euforizarte aunque estés cansada, algo que te anuncia que el goce debe ser algo decidido y convencido aunque esté muy lejos, en el fondo, de poder asociarse mínimamente la realidad de tener el cuerpo padeciendo una temperatura tortuosa con imaginar que se pueda disfrutar en ese lugar debajo de un sol bestial y con un calor impertérrito, lacerante, entre el gentío mostrando lo que en invierno habían cubierto, oliendo como a betún, pisando arena hirviente hasta llegar lo antes posible a la orilla de un mar helado, arrastrando el silloncito en el que tal vez te sentarás, para intentar inútilmente leer lo que te llevaste, comerte una galletita que morderás con arena incorporada o desistir y con el viento en la cara cerrar los ojos y tratar de motivarte sabiéndote a vos misma en esa escena y convencerte de que eso es placer, es placer tórrido, es alegría ardiente, es felicidad estalladora de veranos.
11/01/2007
12/01/2007 at 16:19
muy buena descripción de algunas playas argentinas.
15/01/2007 at 23:05
Hace tantos años que no piso una playa argentina (en realidad hace muchos, pero menos, que no piso ninguna playa), que ya casi me había olvidado de esa pesadilla que tan bien describís. Me encanta cómo lo hiciste, sobre todo porque si acaso me empezaba a fallar la memoria, me la refrescaste tan bien que sentí el frío correrme por la espalda.
Besos
16/01/2007 at 17:40
Odio las playas (esas playas). Ya lo tengo decidido, no piso más, no piso más, sobre todo después de haberme quedado sin respiración tras leer tu texto.
16/01/2007 at 20:18
Gracias por los comentarios de adhesión. Yo, como casi todo el que no se estira al hermano Brasil por infinitísimas razones, cuando Córdoba es un destino saturado me espera siempre la inexorable Costa atlántica, porque tengo dos niños que son ajenos a estas reflexiones y quieren IR A LA PLAYA.
QUIEREN ese mar saladísimo y congelado, sobre todo, y son ajenos a todo lo demás.
Encontré una solución aceptable para graduar la
tortura lo más posible: a la hora de elegir
donde parar trato siempre de buscar el típico
Complejo con pileta, para no salir, y los
entusiasmo armándoles juegos ahí mismo.
Celebro cuando está nublado, y lo festejo en silencio. A veces se me escapa cuando a la vuelta algún conocido pregunta:
-«¿Qué tal les fué?»
-¡Bien!-le digo
-«¿Y les hizo buen tiempo?» –
-¡Sí, divino, llovió un montón, re fresquito!
17/01/2007 at 14:07
La playa, las vacaciones, son lo que uno quiere que sean. La impostación de las imágenes playeras es lo que hacen los medios con ellas. Uno puede estar allí y abstraerse del lugar común, correrse de la escena trillada del estereotipo. No es indispensable. Es bastante posible estar en cualquier lugar y no formar parte de la escena. Está en uno.
18/01/2007 at 16:37
Lo que dice Playerito es absolutamente cierto. El punto está, me parece, o al menos es lo que a mí me pasa, que me gusta estar en lugares donde es un placer formar parte de la escena. Uno está gran parte del tiempo en sitios donde debe hacer el esfuerzo de no formar parte de la escena; cuando descansa, cuando viaja, quiere descansar también de eso, y estar en lugares donde ser parte del entorno gratifica, relaja, da paz.
(Perdón Silvia, por meterme y opinar)
19/01/2007 at 13:35
La de Uds. es una mirada que yo no había tenido en cuenta, pero sí, tienen razón.
Voy a intentar ponerla en práctica la próxima semana, cuando me vaya a la costa. Igual, tengo mis votos siempre en la pileta del Complejo 🙂
Lunita, siempre es un placer leerte, y que te metas y me opines me encanta, ya lo sabés.