Las nueve de la mañana del día de mi cumpleaños, sos un dibujo animado que entra en mi habitación, con calzoncillito boxer, los pelos parados, remerita vieja de dormir. Sin mirarme, como habitualmente,  pero ahora con las bajas persianas del sueño levantadas en esfuerzo, te acercás y me decís con un gesto formalísimo,  adusto y reconcentrado.  

Feliz cumpleaños, mami. …    Lo siento, pero no tengo un regalo. 

-¡Gracias, Patri!…Está bien, mi amor,  no importa el regalo. 

No tengo  dinero para  un vestido para tí.  

-No importa, Patri, está bien 

-Ni para  una “joia”…ni… para llevarte a cenar… 

-¡¡Ja, ja!! No es nada, mi vida. Gracias por acordarte.

 Salís de la habitación, te miro ir a buscar algo. Volvés con tu alcancía, una improvisada lata que alguna vez tuvo un perfume infantil. Me mostrás lo que hay ahora, tus pobres finanzas: los últimos $ 10 de la abuela.  

Mami…¿te apetece tal vez un helado en la “Grido”? 

-¡¡Sí, claro!!!   Me encantaría…qué nene tan atento…

 -Bueno, con esta plata puedo invitarte…pero va a tener que ser un batido de  $4,50 para cada  uno.- 

–¿Por qué? Son $ 10.-, alcanza para dos helados grandes de $ 5.- 

-Es que me tiene que quedar algo… 

-Ah, claro…Bueno, está bien.  Nos tomamos un  batido, entonces. 

-¿A qué hora querés que “te” lleve, mami??  

-Bueno, después vemos, Pato. A la tardecita, podría ser….

Te volvés a ir, alcancía en mano. A los cinco minutos volvés, y tu expresión es la misma que la del discurso previo: ni una picardía, ni una sonrisa, ni un guiño.  Ni la menor especulación emocional.   Nada.  La misma solemnidad con el boxer y los pelos levantados.

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-Mami…¿te importaría que no vayamos nada hoy a la Grido? 

-Ah, pero …¿pero por qué no?  ¿qué pasa? 

-Es que no quisiera malgastar el poco dinero que me queda en vos. Es aburrido ir a tomar contigo un batido a la Grido.    Sos aburrida, mami. Muy, muy aburrida…Ya sé que es tu cumpleaños, pero sos muy aburrida. Y con ese dinero yo  podría hacer algo más emocionante, más buenísimo…O seguir guardando para tener más plata.

 -Ah, claro…conmigo la malgastarías…y yo soy aburrida. 

– Y, sí.   Lo siento, mami, pero así es la vida.

 -Bueno, no es nada, está bien, Patri.  Qué puedo decirte…¡muchas gracias, eh!!  

Me mirás en forma singular, casi asombrada. Y me decís convencido y rotundo:

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-No,  mami…¡gracias a vos!

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                                                          «Cada 1300 personas nace un Asperger»